
Bueno, las Navidades en América son lo siguiente. Empiezan el Día de Acción de Gracias (si leísteis la entrada sobre Acción de Gracias entendéis por qué). A partir de ese momento todo se vuelve navideño: las casas se decoran, todo son luces en las calles y en los vecindarios, se hacen y regalan dulces, se oyen villancicos de Mariah Carey y Justin Bieber en la radio… Más americano imposible. Y se hacen las compras de Navidad.
Lo cual es una completa locura. Básicamente porque todo el mundo lo deja para el último momento. Todo el mundo (yo incluida) se estresa con las míticas preguntas de: ¿Y le gustará? ¿Y qué le compro a mamá? ¿Y a esta amiga? ¿Y a mis hermanas? ¿Y qué talla tienen? Y claro después está el mall (centro comercial) que si las compras navideñas ya son agobiantes de por sí, encerrarte en un gigantesco comercial atestado de gente, no ayuda. Y acabas con todos los regalos, y por una parte te sientes bien, de poder compartir los regalos (sobre todo si sabes que a la gente a la que regalas le va a gustar).
Básicamente, a esto fue a lo que me dediqué desde que nos dieron las vacaciones en el instituto, hasta el día de Nochebuena. El día de Nochebuena fue muy diferente a lo que me esperaba. Primero, por la mañana, tuvimos un brunch (breakfast+lunch), es decir, la perfecta excusa para tomarse un desayunazo a la 12 de la mañana, con la mejor amiga de mi host mom. Luego, cuando acabamos de comer e hicimos un poco de sobremesa, fuimos a misa, aunque la misa fue muy cortita ya que empezó antes de la cuenta, y nosotros llegamos tarde, lo cual lo convirtió en una misa express. Cuando volví a casa estaba muerta. No por tanta comida, o por ir a misa. Estaba enferma. Si señores. Enferma el día de Nochebuena. Así que me tiré a echar una siesta. Y cuando me desperté, fui a la cocina y participé con mi familia americana y unos amigos suyos en la fiesta que tenían que consistía en hacer pizzas. Con la masa fresca, recién hecha y cocinadas al horno con los ingredientes que tú quisieras. La verdad, fue una manera original de pasar la Nochebuena. Luego, irse a la cama pronto, y a la mañana siguiente, esperar ser despertada a las 6 de la mañana para abrir los regalos. Primero, coger el calcetín para ver que te ha traído Santa Claus, y luego ir al árbol que es donde están los regalos que los miembros de la familia se intercambian. Y se abren los regalos, uno por uno, y se da las gracias por cada uno de los regalos a la persona que te los da. Me gustó bastante hacer eso, aunque me levanté a las 6 y a las 10 acabamos con todos los regalos, porque teníamos que esperar a los abuelos de mis hermanos americanos.

Y a la cena, una de las cosas más típicas de las Navidades españolas: turrón. Si señores, por cortesía de mis padres que enviaron una caja entera de turrón y mazapán, pude tener unas navidades como Dios manda, aunque fuera comiendo tortitas a la cena. Es que aquí, digamos, todo es diferente.
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